Como amante de la música y pasando por la puerta del verano me llega a la mente una reflexión que me lleva a mi la infancia, hacia aquellos años que me reconfortaron por la felicidad que tocó vivir. Una felicidad que es imposible de comprender sin mi familia, padres, hermanos, abuelos, amigos...
Viví una Edad de Oro que desconocía estar pasando en aquel momento, tenía estructura, orden y mucho sentido para mí. Una estructura formada por todos los miembros de mi familia, un orden por cuanto el lugar que ocupaban todos mi seres queridos ya que, a mayor edad que tenían, representaban el pilar más importante de esa sabiduría que daba cohesión al fenómeno de la familia. Sentía admiración, respecto y mucha seguridad.
La refrescante sombra que dejaron mis abuelos en los veranos que pasé con ellos, dejaron la huella de la paz del trabajo asociado al sacrificio que suponía levantarse en la madrugada para salir al campo a segar las plantas que daría de comer a los animales que cuidábamos, de los frutos recogidos en la humedad de las primeras horas de la mañana, del silencio que guardaba escuchando el tic tac del reloj a las horas de la siesta y de las frescas noches sentados a la puerta de la casa junto a la compañía de la perra mientras mis oídos se abrían a las historias que me contaban mis queridos abuelos. Historias vividas con el trasfondo de vivir la vida en paz en cada actividad cotidiana que hacían durante el día. Deseando que quizá os pueda servir os dejo la canción y la letra que evoca esos momentos de mi infancia...
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